julio 26, 2024

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No es la popularidad, son las nuevas ideas — Por: @RealAleGarcia

Contrario a lo que puede pensar más de uno, la consulta sobre la revocación de mandato acaecida el pasado domingo 10 de abril no era un ejercicio para medir la popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador. De hecho, acorde con los resultados de las mediciones hechas por la empresa Morning Consult, el mandatario cuenta con una aprobación del 66%.

Lo que es una realidad es que la consulta popular, mecanismo que tiene antecedentes de aplicación en América Latina y abre el sistema político, también nos da la posibilidad de frenar lo que no nos gusta, desencanta y/o decepciona.

A través de este ejercicio de democracia participativa, los ciudadanos tuvimos —y tendremos— la oportunidad de expresar al jefe del Poder Ejecutivo que tiene que parar antes de hacer más daño o en su caso, manifestarle apoyo para que siga con su trabajo.

Según las estimaciones presentadas por el Instituto Nacional Electoral, la participación ciudadana se ubicó alrededor del 18.2 %. De este porcentaje, una gran cantidad de personas sufragó en favor de que el mandatario continúe su gestión y aun cuando no se alcanzó la cifra para que el proceso fuera vinculante, la jornada nos deja algunas consideraciones:

1) Explícitamente las opciones que venían en la boleta eran dos: Que se le revoque el mandato por pérdida de confianza o que siga en la presidencia. No había más.

2) La mayoría de los participantes se pronunciaron porque el presidente López Obrador siga su gestión.

3) Solo el 7.8% de los participantes solicitó la revocación de mandato.

4) El 81.8% del padrón se abstuvo de participar en el ejercicio.

Si nos vamos a los datos, pese a que la participación ciudadana no fue la esperada, puede apreciarse que por lo menos 9 de cada 10 electores aún confían en quien hoy encabeza el Poder Ejecutivo.

Con base en los datos arrojados por el conteo rápido del INE, la oposición no tiene mucho por celebrar, pues está lejos de representar un peligro para la Cuarta Transformación.

Acorde con el Diccionario panhispánico de dudas, abstenerse significa privarse de algo; no es en todo caso un desacuerdo o una negación y, por mucho que algunas conciencias así lo vean, tampoco es motivo de celebración.

A la luz de esa reflexión cabe hacer la pregunta ¿El presidente estará realmente preocupado realmente por eso? En este tema, más que cualquier análisis superficial que pretenda vincular el ejercicio de la consulta con la popularidad, lo importante es la apertura de espacios para la expresión ciudadana.

El abstencionismo no defenestra la administración de López Obrador, rompe con la posibilidad de ejercer la verdadera democracia.

Quizá no se puede despedir a quienes aprobaron el FOBAPROA; a los que prometieron defender el peso como un perro y no lo hicieron; a los que no respetaron los Acuerdos de San Andrés y propiciaron la matanza de Acteal; a los que buscando legitimidad patearon el avispero sumergiéndonos en una espiral de violencia o a quienes por mucho tiempo le abrieron la puerta de México a Estados Unidos como si se tratara del patio trasero pero sí podemos, de ahora en adelante, señalar a quienes buscan lastimar a su nación.

No se pudo hacer nada en tiempos de Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas o Zedillo, pero la consulta popular conduce, sin importar su filiación política, a un gobernante a escuchar la voz que categóricamente le pone un «¡Hasta aquí!».

Hay quien no es capaz de verlo por edad, interés o conveniencia, pero en lugar de sacar a relucir las ideologías, merece poner en valor que no es un asunto de popularidad sino de nuevas ideas.

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