octubre 15, 2024

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¿Los maestros no hacen nada? — Por @RealAleGarcia

¿Los maestros no hacen nada?

Por: @RealAleGarcia

Durante el sexenio anterior, el magisterio salió a las calles siendo protagonista de feroces protestas por la llamada reforma educativa. Con la ascensión al poder del presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, los docentes probaron el sabor de la restitución de la paz laboral y el hecho es que aun cuando se han hecho esfuerzos por revindicar su labor, la mala fama que pesa sobre ellos persiste.

Hay quien sostiene —con mucha ligereza y sobrado desconocimiento— que los maestros se dedican a no hacer nada, pero ignoran que la Secretaría de Educación Pública les comparte un plan sintético con la finalidad de que sean ellos quienes lo adapten a las necesidades de sus alumnos; que durante la jornada laboral (y en ocasiones fuera de ella) dedican tiempo al análisis y al emprendimiento de acciones para subsanar problemáticas diversas o que ahora deben atender a educandos con barreras para el aprendizaje cuando los maestros de educación especial están mejor capacitados para tal fin.

Hay variables que condicionan el proceso formativo, como las condiciones familiares, la marginación o el contexto de una comunidad escolar y el problema de fondo es que el trabajo de las maestras y los maestros del país carece de visibilidad.

Claro, son comunes los casos en los que el profesorado con alumnos de clase media logra mantener buenas calificaciones, pero también hay que valorar a quienes logran —en una escuela rural— alejar a sus pupilos de conductas antisociales como la drogadicción o la delincuencia entregándoles las suficientes herramientas, ya sea para que continúen sus estudios o dejar atrás la miseria.

Si hoy la sociedad es capaz de levantar un reclamo contra los maestros es porque las autoridades han cooperado eludiendo las responsabilidades que le tocan a nivel nacional, estatal y municipal, haciendo una pésima gestión y ocultando e invisibilizando la labor de quienes se encuentran en la primera línea de batalla.

El obradorismo defendió por mucho tiempo la bandera de reivindicar la labor magisterial, sin embargo, su discurso es falible en una realidad en la que este sector, lejos de verse beneficiado, se encuentra explotado.

Hay, por supuesto, educadores con una vocación inmensa cuyo tiempo disponible en la jornada laboral formal resulta insuficiente para terminar pendientes, por lo cual terminan llevando el trabajo a su casa, en donde no perciben un ingreso económico adicional y por lo contrario, se valen de insumos de uso personal para brindar el mejor servicio que pueden, a costa de la invasión de los periodos de descanso obligatorio.

El profesorado elabora planeaciones didácticas, aplica evaluaciones, organiza y conduce reuniones con padres, madres de familia o tutores del alumnado; forma parte de comités, participa en las sesiones de Consejo Técnico Escolar celebradas el último viernes de cada mes y resuelven problemáticas de operación e infraestructura, además, dedica tiempo a evaluar a sus estudiantes y si en su centro de trabajo no cuenta con algún elemento que desempeñe el rol administrativo, lo toma.

¿Realmente no hacen nada?

La principal fortaleza de los gobiernos emanados de la llamada Cuarta Transformación está en su política social y claro que la intención de reconocer económicamente al Personal de Apoyo y Asistencia a la Educación por su labor durante la pandemia fue un gran acierto. No obstante, es una pena que quienes se encargan de la redacción de diversos documentos oficiales, de llevar el registro académico del alumnado (incluyendo claro está, la carga de sus calificaciones en las plataformas correspondientes) así como de actualizar reportes de incidencias y plantillas de personal, realizar inventarios, estadísticas y —en casos particulares— el diseño de efectos promocionales de eventos escolares sea poco apreciado.

Se trata de partes fundamentales del sistema, de quienes trabajan sin recibir el crédito que merecen por el cumplimiento de comisiones diversas, entre ellas algunas que por regla competen a la dirección; se trata de hombres y mujeres que administran plataformas y programas; personal que pese a estar en zonas de alta marginación mueve cielo, mar y tierra para tener la suficiente señal con la esperanza de enviar documentación en tiempo y forma. Es gente que, sin serlo propiamente, desempeña las tareas de un community manager levantando, editando y publicando contenido para Youtube, Facebook o Instagram; que cumple con el rol de vocero y en casos apremiantes, bombero.

Ahora bien, quizá usted amable lector, venga de un tiempo en el que las vacaciones de verano comprendían prácticamente dos meses, pero ¿Qué cree? Las autoridades educativas decidieron rebautizar este periodo, llamándolo «receso escolar» y, con ese pretexto, se le recuerda una y otra vez al magisterio que la docencia debe ejercerse, literalmente, de tiempo completo ¿O sea que no tiene derecho a pasar un tiempo con  su familia, a convivir con sus amigos o estar cerca de sus afectos?

Lo que una dependencia como la propia Secretaría de Educación Pública ha decidido ignorar es que —como en cualquier otro trabajo— para que un elemento rinda al cien por ciento, éste debe estar en un ambiente propicio para ello.

En los últimos años, la titularidad de la Secretaría de Educación Pública fue cedida a personajes que poco o nada tienen que ver con el magisterio y llama poderosamente la atención que en algunos medios de información exista una marcada tendencia a continuar desprestigiando la labor de las profesoras y los profesores de México cuando es justo desde esas oficinas que se decide sumar obligaciones como parte del proceso de cambio curricular que impulsa dicha dependencia.

En México, como en otros lugares de Latinoamérica, los docentes están presentando cuadros de stress que derivan en parálisis facial y otras alteraciones de la salud, ¿Se va a seguir juzgando esto como parte de los «gajes» del oficio?

Se trata de los mismos docentes que fueron ensalzados como héroes durante la pandemia porque, sabedores de las condiciones que permean en sus respectivas localidades, tomaron iniciativa y no se quedaron con los brazos cruzados para atender dudas por teléfono, llevar cuadernillos de trabajo en condiciones inhóspitas, abrir las puertas de sus redes sociales para generar interacción o descargar aplicaciones para comunicarse con los educandos. Y no, no hay que olvidar que son los mismos que ahora se enfrentan a los estragos de dos años de educación a distancia mientras revisan materiales y preparan “productos” a presentar en las reuniones de Consejo Técnico que se llevan a cabo el último viernes de cada mes ¿ese es el trato que merecen?

No es casualidad que las maestras y maestros se encuentren agotados, desgastados, desmotivados o enfermos, como cualquier otro trabajador en estas condiciones y ¿sabe? Aun así saben ser sensibles a las necesidades de sus estudiantes, porque ellos conocen perfectamente lo que es sentirse sometidos a presiones de un sistema educativo que los violenta, comenzando por los bajos salarios que se perciben por trabajar hasta el doble de las horas pagadas.

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