julio 26, 2024

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Paralelismo entre el amor y Martin Luther King

Entre espadas y escudos

Yo tengo un sueño (y también una corazonada)

Por: @RealAleGarcia

Cuando el día llegaba a la mitad de su trayecto, la profesora de derecho irrumpió en el aula con un legajo de copias que repartió entre los estudiantes.

Pronto el titular, escrito con tipografía Times New Roman en color negro atrapó la atención de más de un miembro de aquel grupo de preparatoria.

Un discurso emitido ante más de 250,000 mil personas por el reverendo Martin Luther King cimbró la mente de al menos una veintena de jóvenes que aun no mostraba interés por las leyes federales, el desempleo o la justicia social.

Acorde con la maestra, bastó una estrofa improvisada a mitad de su discurso para que Luther King viera crecer su voz, su mensaje había llegado a la gente en el momento justo y cuantos lo escucharon salieron del Lincoln Memorial de Washington con una visión radiante de esperanza.

«Tengo un sueño», declaró, «que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación en la que no se les juzgará por el color de su piel sino por el contenido de su carácter. ¡Hoy tengo un sueño!».

Al escuchar al reverendo más de uno gritó «Amén». En algún punto la muchedumbre enardeció, le aplaudió, lo vitoreó porque creyó en que ir en busca de la felicidad, incluso teniendo al mundo en contra era posible.

Un estudiante de preparatoria tiene la cabeza amueblada de un modo muy diferente a la de un adulto joven, pero esa clase cimbró definitivamente los pilares emocionales y el corazón de quien esto escribe.

De pronto sentimos una corazonada, a veces todo comienza en la mirada y sigue por la avenida de las sonrisas. Más de 200,000 personas fueron fieles testigos de ello y del poder de las palabras de un hombre que apostó verdaderamente por una transformación con la que todos pudieran identificarse.

Había en aquél momento una compenetración especial entre el orador y su público, muy cercana a la de una pareja que vive un tórrido romance porque, con toda oportunidad, Martin Luther King aludía al mal causado por la separación —en ese caso racial— y al deseo de mantenerse unidos ante cualquier adversidad.

Si lo ponemos en perspectiva, es el amor el que comienza la revolución de las conciencias, el que conduce a la gente a reconocer los intereses intereses comunes y la eventual preocupación compartida por la suerte de las hijas e hijos. Lo mismo sucede en la visión política del reverendo.

La pareja que se encuentra estancada en un ambiente tóxico, por ejemplo, piensa que rehacer su vida con otra persona está prácticamente prohibido; alguno de los afectados comienza a creer que es imposible que alguien más se fije en sus capacidades, dones, talentos y habilidades, por consiguiente se convence de que alcanzar la felicidad es irrealizable pues «más vale bueno conocido que malo por conocer»; sin embargo, el tránsito hacia ese sueño que puede ser compartido es posible. No era exactamente lo que quería comunicar Luther King, pero en esencia la idea principal es «¿porqué tendría que estarme vedado el ser feliz?»

Claro que uno puede ir por el camino de la superación, viajar del oscuro y desolado valle de la costumbre al soleado sendero de lo extraordinario o salir de las arenas movedizas de la resignación hasta la sólida roca del deseo de algo mejor. Y sí, el presente puede ser confuso, tener que tomar una decisión puede parecer una tortura y ante nosotros pueden haber algunas dificultades, pero nada de eso puede impedir que se cumpla un sueño en el que “todo valle será alzado y toda colina será bajada”.

No se puede negar que esta conexión, este paralelismo entre un discurso político y el amor es tan singular como sugerente. El propio Abraham Lincoln, presidente estadounidense, vivía junto a su esposa una relación codependiente llena de reproches y sentimientos cruzados y los sueños han sido, desde tiempos inmemoriales, inspiración y premonición de creaciones extraordinarias e históricas.

John Lennon y Paul McCartney compusieron canciones tras escuchar melodías a través de un sueño; la teoría de la relatividad de Einstein nació de una serie de sueños que tuvo entre abril y junio de 1905 y tanto el sueño de Luther King como el de un hombre o una mujer que buscan el amor en una nueva pareja están más allá de toda invención.

Cuando una persona siente atracción por otra, cuando de plano alguien se enamora, basta una mirada para decir cosas a gritos. Guardando las proporciones, la voz del reverendo logró encender los latidos de más de 250,000 personas que dieron fuerza al mensaje de alguien que se convirtió en un bien imperecedero e inagotable.

La política de hoy está falta de inspiración, que no es nada más de quien la entrega y/o la recibe sino de quien la despierta y la emociona. Es como estar en una relación por compromiso, confinada al conformismo, sin derecho a los sueños, a la defensa de utopías que comprometan a la acción o al derecho de sentirse conmovido por algo más que deseos individuales.

«Yo tengo un sueño» es un llamado a la acción y la movilización. Por ello no es de extrañar que, como sucedió en su momento con los indocumentados que llegaron a Estados Unidos siendo niños, quienes creen en el amor, en sus valores y en lo que representa sean vistos como soñadores por atreverse a imaginar una vida mejor.

Quien esto escribe puede decir que llegará el día en que los niños vuelvan a emocionarse porque una pelota haya cruzado la portería delimitada por el espacio entre un poste de luz y la pared de la construcción vecina; que los parques y los espacios recreativos serán devueltos a la gente; que los pequeños productores de insumos como la leche, el pan, las frutas y verduras tendrán mejores condiciones para vender su producto y volverán los tiempos de celebración de eventos diversos como ferias o festivales para el disfrute de todos.

Vendrá el día en que las calles se sientan más tranquilas y aunque no lo hemos visto aún, Coatepec reflejará finalmente la grandeza que tiene.

¿Cómo saberlo? Es difícil ponerlo en palabras porque el sueño continúa; sin embargo, como en una historia de amor, quizá la frase que más se acerca sería «porque se siente una corazonada».

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