julio 20, 2024

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Cuarto Acto — Anécdota demoledora — Por: Alejandro García Rueda

Cuarto Acto
Anécdota demoledora
Por: Alejandro García Rueda

La anécdota es corta, pero de gran valor:

Una productora de televisión viajó a Turquía para conocer cómo se hacían las telenovelas en aquel país.

Le parecía sorprendente que los contenidos de esa región hayan tenido buena aceptación entre el público mexicano y —al entrar en la sala de juntas de una gran televisora— la primera pregunta que hizo fue «¿Cómo le hacen?» La respuesta fue demoledora.

«Aprendimos de México, lo estamos haciendo de la misma forma en que lo hacen ustedes.»

Esta es una radiografía de lo que pasa con los contenidos que estamos viendo en televisión actualmente. Están estancados y si hay una necesidad imperiosa, esa es la de recuperarlos.

A finales de los ochenta y principios de los noventa, las universidades llenaban su matrícula con estudiantes de medicina y leyes. Hoy sigue siendo urgente tener especialistas en materia de salud, pero también urgen escritores, productores, directores y conductores.

A las televisoras de este país les urge volver a las bases que las consolidaron: Con equipos de escritores que desarrollen quizá dos o tres programas en paralelo, con buena dirección y producción y presupuestos lejos de ser baratos.

Productos internacionales como Vikings, Cobra Kai o El Juego del Calamar nos confirman que al público le gustan historias en las que exista una evolución de los personajes, que vayan experimentando cambios y crezcan en términos de complejidad. El mundo del entretenimiento no es plano.

Parece mentira que la nación que más consume telenovelas mexicanas sea Corea y que México, a su vez, devore Doramas (versión coreana de las telenovelas).

El K-pop (pop coreano) está teniendo una gran presencia en territorio nacional, con estrellas que cuentan con alcance global y es una total ironía que México —pionero en la formación de talento infantil y juvenil de los últimos tiempos— ahora esté quedándose estancado, comprando, adaptando y distribuyendo contenido cuando puede generarlo.

¿En dónde se averió la brújula? Quizá en la falta de laboratorios de creación de talento. Actualmente el interés por invertir una década en que hombres y mujeres con aptitudes sobresalientes aprendan idiomas no es muy grande y no hablemos de que las futuras estrellas del firmamento artístico mexicano aprendan diferentes estilos de baile.

La escuela mexicana del entretenimiento cerró sus puertas y con ello se dio carpetazo al aprendizaje de modelaje, expresión corporal, canto, actuación, diseño de imagen y expresión ante medios de información. Los coreanos tomaron el mando.

La respuesta demoledora de la anécdota con la que empezó este texto aplica incluso a la generación de contenido periodístico.

Se necesitan especialistas en el desarrollo de talento, virtuosos en la esgrima de la palabra, ingenieros de las emociones, promotores de ideas y arquitectos de ilusiones con una visión de mercado.

Si México va a reciclar, que lo haga reinaugurando esa escuela que ha forjado éxitos hace por lo menos 40 años atrás.

(Imagen de Maxim Hopman en Unsplash )

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