Agenda, fijada por la prensa
Por: Flanco de Hierro
La opinión pública no es, ni debe ser, un ariete para debilitar la resistencia contra un régimen. La sociedad mexicana no es, ni debe ser, el rehén o el capital político de quien pretenda imponer términos, espacios y/o condiciones para una batalla que no conducirá a nada bueno.
La administración obradorista señala y condena a quienes considera sus adversarios para después operar sistemáticamente contra ellos. No necesita de artistas, intelectuales o funcionarios porque tiene de su lado a un pueblo sumergido en el dolor, en el rencor y en la venganza.
Parece que a la llamada 4T no le importan las formas, pero sí le interesa indagar en el fondo independientemente del nombre y el apellido. Va en busca de un historial, de un currículum, escarba en el “abolengo”, revisa minuciosamente el “pedigrí” con la firme intención de “mostrar” a los “mentirosos”.
Algunos siglos atrás, les llamaban proscritos, hoy la etiqueta predilecta de la figura gobernante es la de “conservador”. En el gremio periodístico, incluidas las honrosas excepciones lo saben, saben que tienen que cargar ahora con una loza que quizá no les tocaba ¿Y por qué? Por el “pecado” de salir a trabajar y colaborar en un medio que no se ciñe a la voluntad oficial; porque, desde la óptica de quienes están en el poder es una deshonra laborar en un periódico extranjero, eso, entre otros tantos aspectos.
Llegamos a pensar que los tiempos en los que para tomar venganza se ponía como pretexto el honor habían sido rebasados, pero ya vimos que no es así. Su estrategia es la de ganar credibilidad desde el desprestigio a quien rechaza el llamado “Proyecto Alternativo de Nación” impulsado desde Palacio Nacional.
Consolidar su discurso, su lenguaje es necesario para ellos, para crear alguna clase de afinidad política y así subir al púlpito para juzgar una nota, un artículo y/o columna por su forma y no por su contenido.
Recuperarse de algo así no es fácil para el comunicador condenado a ser un forajido. Ya no cuenta con el mismo apoyo o los mismos recursos para hacer su trabajo; ahora la directriz de su accionar no está nada más en informar sino en limpiar su nombre y cuando eso ocurre, el reto más importante es no encaminar los pasos hacia la reacción.
La suya es una estrategia de combate que conjunta varios elementos para debilitar, pero entonces la prensa debe responder de la manera más estratégica. No visceralmente, no desde el estómago sino desde la defensa franca de aquello que se critica y ojo, son algunos medios los que están siendo financiados por ciertos intereses para promover información exagerada, sacada de contexto o incluso falsa sobre el gobierno federal. La prensa debe tomar sana distancia de dichos medios para no mimetizarse con ellos, porque podrán tener la visibilidad suficiente, podrán tener miles o millones de consumidores pero jamás la credibilidad que necesitan para ganar la batalla.
La agenda no debe estar marcada por la parte oficial, debe ser fijada por la prensa.
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