octubre 12, 2024

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Cuarto Acto-Alejandro García Rueda

Cuarto Acto

Creyente

Para ti, que me estás leyendo

No a todos funciona la misma estrategia y tampoco todos pueden con ella. Comenzar atacando sin dosificar el esfuerzo puede llegar a ser cansado pues disponerse a la ofensiva es abrir sin querer huecos en la zona defensiva.

En estas elecciones habrá básicamente dos bandos. A uno de ellos, al que va ganando desde hace casi tres años le conviene seguir saliendo al ataque con relativo orden, preguntándose en cada paso ¿En qué medida estoy dispuesto al desorden para hacer los cambios que me permitan atacar en tiempo y forma? La respuesta está en quienes tienen apostados en el campo de batalla y en el talento que debe estarse puliendo día con día.

Los auxiliares internos pueden tener en sus manos estadísticas, encuestas, sondeos y otro tipo de métricas que hablan del crecimiento de un candidato en las preferencias de la población, pero un agente externo, por la perspectiva fresca que maneja puede ayudar a definir lo que se verá cuando suenen los cuernos.

En estas elecciones bien vale la pena “jugar” a ser el Real Madrid o enfundarse la camiseta del Atlético dirigido por Diego Simeone. Tenga, amable lector, un poco de paciencia que se le explicará a continuación de qué va todo esto.

A un político en campaña le llegan constantemente estudios meramente cuantitativos que ofrecen una interpretación lineal de algunos indicadores, pero hay ocasiones en las que se debe contemplar la variable del contexto para afinar el trabajo que se está haciendo para ganar. Después de una jornada llena de ajetreo, de estrés y múltiples preocupaciones, la mejor elección que se puede hacer es taparse bien los pies y dejarlos cerca del calefactor. O sea, perder el orden defensivo lo menos posible.

Los resultados que se obtienen de hacer encuestas, sobre todo en el mundo digital, son limitados y poco creíbles; hacer un descargo de responsabilidad en el (la) jefe (a) o coordinador(a) de prensa multi-task no es de lejos la mejor opción pues en algún momento va a colapsar y regirse por los mismos criterios al interior de un equipo de trabajo, en lugar de sumar, resta ¿Qué puede hacerse al respecto? Recurrir a un agente externo que realice ejercicios de prospección.

Tener en cuenta el punto de vista de un analista, de un crítico sensato y discreto sumará a cualquier equipo de campaña. Será, para quienes manejan la jerga futbolística como tener tres defensas centrales o confiar en lo que puedan hacer los laterales. Sirve, porque eso permitirá que los recorridos, aunque largos, también sean seguros y ayude a que los despliegues –en el caso político refiriéndome a lo discursivo– sean mucho más constructivos.

En las elecciones, como en las finales de futbol, se juega todo en poco tiempo y los errores no suelen dar revancha. La ayuda de un agente externo se valorará porque, en la medida de lo posible, acabará la primera mitad del encuentro sin “fueras de juego” y ello será un un síntoma del éxito defensivo; será entonces momento de las ambiciones e ir a profundidad armado de los goles: un speech redondo por un lado y un recurso creativo excepcional por el otro. Esa, amable lector, es la forma más lógica de desequilibrar un partido en el que el rival juega con líneas tan estructuradas.

No solo entran en juego las estructuras y los equipos “de avanzada”. Hay que soltarle la rienda a los compañeros de fórmula para encender su talento, para pulir su discurso, para afinar su “donde gente” no por necesidad sino para ofrecer variantes, imponer nuevas condiciones y darle más volumen al devenir del partido.

Los equipos de campaña que se están perfilando tienen dos opciones ahora: Plantear un esquema táctico que permita arrastrar a los demás a su área, atajando desde ahora cualquier embate con la boca y con la vista o empujar el partido a la zona emotiva.

Para salir en hombros del estadio, para disfrutar de la explosión de porras y cánticos de la barra, para dar la vuelta olímpica con el “sí se pudo” en la garganta hace falta corazón, trabajo y buen uso de recursos políticos. Se necesita orden, pero también algo de rebeldía y agresividad para lograrlo; se requiere en algunos casos ser disruptor, transgresor. La estrategia no funciona con todos de la misma manera pero en el camino vale la pena tratar de conectar con las voces del pasado, echar un vistazo al mundo y aterrizar sus enseñanzas para alcanzar a tocar la gloria.

Se cierra en en este momento la interlocución en tercera persona. Ahora te escribo a ti de la misma forma en la que lo haría cualquiera de tus más cercanos y avezados colaboradores: Para llevar las cosas al plano emotivo también se necesita la intromisión de un agente externo que prácticamente te obligue –en el buen sentido de la palabra– a no dejar de creer. Será en dado caso un repulsivo que en tiempo de compensación se atreverá a pedirte que cruces los dedos en un tiro libre. Y es que tu equipo necesita saber que también los partidos se pueden definir en el terreno de lo sobrenatural.

Tu rival puede salir al campo con el prestigio a cuestas, con tres atacantes muy caros y vistosos en punta pero tú puedes tomar la decisión de aguantar los embates de la ofensiva y llevar el partido a la prórroga para ganarlo.

Si ese agente externo fuera yo, te diría que te aferres a tu fé, que no tengas miedo a invertir la ubicación de la tribuna para animar a tu afición. Te pediría que apeles a tu voluntad inagotable, que –con furia bien entendida– celebres el haber atajado a tiempo una situación de crisis, tal como lo hacen los defensores de la liga portuguesa cuando se convierten en una muralla para no dejar que les metan un gol. Te animaría a festejar porque alcanzaste a cubrir un terreno mucho mayor que el día anterior, porque cada persona que convenciste significa un gol.

Si ese agente externo fuera yo, te mostraría que sin cada uno de esos festejos no hubiera sido posible quebrar las quinielas; que sí es posible meterse al Santiago Bernabéu, con todo y el rugido de su fanatizada presente no solo para disputar la Copa, sino para ganarla. Esos goles, esas personas a las que convenciste, hay quienes les llaman “milagros” y la gran verdad que debes afrontar es que no estarían ahí si nadie creyera en ellos.

Le hemos llamado “agente externo”, pero tú y yo sabemos que su verdadero nombre es “creyente”.

(Imagen de carolyn christine en Unsplash)

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