Rafael Rojas Ojeda, Diputado del Gran Maestro para el VI Distrito de la Gran Logia Unida Mexicana y del Gran Oriente de Veracruz A.C., integrada por masones abrió su consultorio este miércoles por la tarde de manera habitual. Luego de presentarse, pidió un momento para disponer sus efectos personales a fin de atender al redactor del presente en óptimas condiciones y, dos minutos después, las anécdotas del pasado, así como las referencias de conocidos en común comenzaron a emerger.
Con mayor confianza, el entrevistado compartió con el director de esta casa editorial sus primeras impresiones respecto a los contenidos relacionados con la masonería que han sido expuestos en diversas plataformas digitales.
En el tejido discursivo ofreció un breve contexto sobre la masonería simbólica, que está compuesta por grandes logias y a su vez por logias con un número de integrantes más compacto.
En el caso de México, dijo, la primer logia es la Gran Logia Unida Mexicana, que va cediendo —no de manera literal— territorio a otras grandes logias estatales.
En cada gran logia se divide el territorio en el cual gobiernan los masones en distritos. Su organización es encabezada por un gran maestro, quien los divide como el cree conveniente y, en ese sentido, la región que comprenden Xalapa y Coatepec forman el distrito más grande en el estado de Veracruz.
Su trayectoria le ha llevado a participar como Diputado durante los últimos 4 años, siendo el representante del Gran Maestro para el VI Distrito en la zona, por lo que está autorizado para hablar a nombre de la Gran Logia con respeto a los cánones propios de la masonería.
En ese aspecto, comparte la visión del ingeniero Pablo Lázaro, gran maestre de la logia argentina, quien en una entrevista fechada de julio de 2022, reconoció que la masonería busca abrirse a la sociedad civil.
Con presencia erudita y elocuencia expresiva, comparte con los lectores de LRD Noticias la memoria viva de su organización, recorre los pasajes históricos que le dieron luz a la masonería y en el entendido de que el acceso a ella está reservado para individuos con ciertas características, Rojas Ojeda tuvo a bien clarificar los requisitos que debe reunir quien aspira a ser masón, pues actualmente se divulga información inexacta que deriva en solicitudes fuera de lo común en las que se exponen motivos incorrectos.
En 1717 la «Gran Logia de Londres» fue constituida y en 1723 se promulga la «Constitución de Anderson», documento que norma a toda la agrupación que hoy conocemos como Gran Logia Unida de Londres.
«Ahí nacen las bases de todo lo que hasta hoy en día se conoce como ‘masonería regular’ y nacen las bases de quién es candidato, quién es idóneo para entrar a la asociación. Obviamente con el tiempo se ha ido modificando pero, en esencia, sigue siendo prácticamente lo mismo.»
No sería sino hasta 1929 que la misma logia divulga los 8 principios básicos para reconocimientos ante grandes logias, en donde, si bien no se habla al cien por ciento de cómo entrar, sí establece pautas para el funcionamiento organizacional.
«Cada gran logia tiene su constitución, sus leyes, sus reglamentos pero la base del ingreso es muy similar».
De todos los entresijos, recovecos y habitaciones de ese pasado, se ha rescatado que el aspirante (por lo menos el de nacionalidad mexicana) debe ser mayor de edad, ser hombre libre y de «buenas costumbres».
«Hablamos de un hombre libre cuando no tiene dependencia económica de nadie, que es libre de tomar sus decisiones, que no está ‘casado’ a nivel de fanatismo con ninguna ideología política, con alguna ideología religiosa. No porque no las permitamos, pero creemos que el fanatismo no es algo muy bueno en el hombre. Entendamos por ‘buenas costumbres’, en la amplitud, que son morales y éticas, entonces esos son los requisitos básicos junto con la creencia de un ser superior».
Al no ser propiamente una religión, la masonería puede ser el punto de encuentro de judíos, católicos, cristianos o cualquier otra corriente religiosa.
«Nosotros venimos de un ser superior y por lo tanto debemos conocerlo, amarlo y respetarlo,» aseguró.
Lejano a lo que algunas voces refieren, en esta asociación fraternal, lo que se requiere es tener una profesión y el estatus social o económico pasan a otro término.
Ex presidentes de México llegaron a formar parte de este colectivo, pero también lo han sido artistas, obreros, filósofos y deportistas.
Considerando que el algoritmo de plataformas como Tik tok, por ejemplo, muestran contenido en el que se afirma que a través de la masonería se pueden alcanzar fama, poder o el dominio mundial y que los usuarios de dicha plataforma argumentan, quizá desde el desconocimiento, que para entrar se necesitan exorbitantes recursos económicos, el Diputado del Gran Maestro para el VI Distrito fijó la postura masónica ante tales aseveraciones.
«Mira, realmente no. Te mencionaba que no necesitamos de una clase social o económica. Aquí en la Gran Logia Unida Mexicana tenemos profesionales del volante, lo que coloquialmente conocemos como ‘taxistas’, hay muchos hermanos sin grado académico, (aunque) obviamente se necesita de una profesión y ser un hombre de buenas costumbres, porque significa que tienes que ser productivo para la sociedad, para ti y para tu familia. Entonces eso no es realmente en la parte económica.»
A medida que la charla transcurre se fortalece en el entrevistado una convicción inamovible: La masonería se trata de tomar hombres buenos y hacerlos mejores.
En su línea discursiva, Rafael Rojas destaca que al interior de la asociación todos son iguales sin importar el título académico, la profesión o el cargo que se esté desempeñando, pues sus integrantes forman parte de la creación del «Gran Arquitecto Del Universo», que puede ser Dios, Yahvé, Alá o tomar alguna otra denominación.
En su reflexión, pone sobre la mesa que, quizá, el malentendido respecto al presunto elitismo en la fraternidad proviene de cuestiones históricas, pues la masonería, refirió, llega a México alrededor de 1713, época en que algunos españoles y estadounidenses, por su posición económica, tenían acceso a una educación que al campesino o el obrero le fueron vedadas.
Para el masón la lectura es indispensable, no así el status. Si algunas personalidades en aquella época no tuvieron cabida en la organización, no fue por la estratificación social, porque había perfiles aptos para ser parte de una logia, pero el tema educativo significó un impedimento.
Hacia 1716, el país era relativamente pequeño. Los masones se encontraban inmiscuidos en todos los órganos de gobierno o en los ámbitos empresariales. De ahí que, tal vez, como apuntó el entrevistado, se haya forjado el mito.
«La realidad es que hoy en día y desde siempre, la masonería promulga la igualdad en todos los seres humanos y nos enseña que de nada sirven las riquezas, de nada sirven los títulos, ni los grados académicos una vez que tu ingresas».
El colectivo no centra su accionar en la adoración de deidades de la forma tradicional o dogmática, sino en una reintegración con el gran arquitecto del universo, por lo que un católico, un musulmán, un judío o un evangélico pueden integrarse a una logia sin abandonar los preceptos de la religión que profesa, aunque no quiere decir que no se contemplen dentro de ella aspectos de corte espiritual, ético y moral.
La inquietud de los profanos (aquellos que están fuera de la masonería) por el conocimiento pleno de ella es inusitado. En Tiktok hay creadores de contenido que al hablar de este tópico registran en sus videos entre 50 y 100 mil reproducciones.
Un usuario aseguró que en el rito de iniciación, el profano pasa un tiempo relativamente largo en la oscuridad para después encontrar algo de luz, lo cual consideró incompatible con cualquier religión. Es así que —desde el respeto— se le inquirió a Rojas Ojeda si es verdad que solo la masonería traería la luz.
Mientras la pregunta iba tejiéndose, quien suscribe no podía dejar de pensar en que, a menudo, algunas escuelas de comunicación prácticamente prohiben que el reportero mezcle la información con reacciones personales para no supeditar el poder del periodismo narrativo al de la información dura; sin embargo, es algo que la periodista Alma Guillermoprieto, ganadora de premios como el Ortega y Gasset, el Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades y el Nacional de Periodismo alienta con vehemencia. La inmediatez de pronto empalaga, en quien lleva por costumbre utilizar las redes sociales de pronto se despierta la sensación de una abrumadora pérdida de tiempo y luego lo que apetece es perderse, pero en algo de verdad.
Hay entrevistas con suficiente margen para armar un spin-off, ver las cosas en frío, bajo una perspectiva más reposada, permite conocer a los personajes con mayor profundidad. Todo indica que será el caso.
(Foto de Jim Robinson en Unsplash )
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